Leyendas: La Atlántida
La Atlántida: Una Utopía Sumergida
La
Atlántida yace en el corazón, cristalino y oscuro, del océano
atlántico, unas 500 millas al oeste de Gibraltar. (Aunque según otros
autores la sitúan desde la polinesia hasta las Islas Canarias.)
Pero
el origen de la leyenda se encuentra en el más genial de los filósofos
griegos, el tan discutible y nunca aniquilado Aristócles Kodros, a
quien, por su expresión jovial, su noble cabezota y la franqueza de su
carácter, se conoció por el apodo de Platón.
Desde
que Platón escribió sus misteriosos diálogos llamados "el timeo" y el
"critias", cuya extensión no es más que de unas 20 páginas de un libro
actual, la leyenda de la Atlántida ha fascinado a los espíritus más
claros e inquietos. De hecho se han escrito cientos de miles de páginas
sobre el tema. Y no es para menos. Ya Platón señalaba que en la
Atlántida moraba un pueblo extraordinariamente civilizado y rico,
incontrarrestable en la guerra, que súbitamente inicio una invasión
militar a gran escala sobre la Europa occidental, extendiéndose en sus
conquistas hacia la misma Grecia. Allí sin embargo, fue detenida la
invasión al chocar con el heroísmo y la bravura de los atenienses
prehistóricos, una nación abundante de guerreros poderosos y valientes
que constituían una casta por completo separada de los demás grupos
sociales del Ática primitiva. Estos hechos sucedieron, dice el filosofo,
unos 9 mil quinientos años antes de que el tomase su buril para
escribirlos. Es decir, hasta hace más de once mil trescientos setenta
años.
Cuenta
Platón que en los momentos en que se aprestaban los atenienses para
enfrentarse a los atlantes en la batalla decisiva, en un día malo, al
que siguió una noche aciaga, sobrevino sobre el mundo un terremoto o
cataclismo de espantosas características, a raíz del cual la misma Ática
se hundió en gran parte en el mar. Pero fue allá lejos, en el atlántico
central, donde el cataclismo alcanzo su poder mas pavoroso, pues en
solo aquel lapso de 24 horas, la inmensa Atlántida, se hundió para
siempre en el océano tempestuoso.
Se
sabe que este relato extraordinario de Platón provoco una reacción
generalizada de incredulidad y antagonismo. Incluso su implacable
enemigo Aristóteles lo acuso de haber inventado una fábula. Estas
acusaciones, tan similares a las que lanzaron contra Marco Polo tantos
siglos después, al anciano filosofo lo sumieron en la amargura y
desesperación, al extremo de que no sobrevivió ni a un año a los
primeros insultos. Hablar de la Atlántida le costó su vida. Lo que
Platón había difundido era un conocimiento extraño, inquietante. Una
novedad extraída del pasado remoto. Una tradición proveniente de la
Grecia prehistórica, que había sido conservada en el norte de Egipto.
¿El Paraíso?
¿Como era la Atlántida? dejemos que Otto Muck la describa:
“Era
un paraíso templado-cálido, de fértiles llanuras y lomajes, en cuyas
cordilleras abundaban los bosques de maderas valiosas y útiles en
árboles majestuosos. Era una tierra rica en cobre, estaño, oro y plata.
Poseía también hierro, pero este metal era despreciado incluso se
prohibía utilizar armas de hierro para herir a las reses nobles como los
toros salvajes. Era tal la riqueza de aquellas tierras, tanta la
excelencia de su clima, que sus habitantes se multiplicaron llegando a
ser innumerables. El ejército regular, permanentemente en armas,
alcanzaba cerca de un millón de hombre. 10 mil carros pesados de
combate, 60 mil carros ligeros, 120 mil efectivos de caballería, 240 mil
efectivos navales con una escuadra proporcional, y cuatrocientos
ochenta mil hombres de infantería, perfectamente armados. En cuanto a la
ciudad, la Atlántida del rey atlas, era una metrópoli situada en el
extremo sur de la isla constituyendo un inmenso puerto artificial dotado
de dársenas circulares dispuestas en tres anillos conectados por
canales y unidos a un gran canal central que conducía por el norte hacia
el corazón de la ciudad y, por el sur, al mar abierto. Entre las
dársenas se extendían anillos de tierra con tajamares de piedra y
argamasa, perfectamente pavimentados y dotados de jardines, hipódromos,
estadios, y, naturalmente, estaban también densamente edificados de
residencias, posadas, teatros, templos, baños públicos y comercios.
El
centro de la ciudad formaba una isla circular de poco más o menos un
kilómetro de diámetro, y allí se alzaban el palacio real y las mansiones
de aquellos nobles más allegados a la familia real. Sin embargo, estas
magnificas edificaciones parecían muy apocadas junto al gran esplendor
del gran templo de Poseidón, el dios supremo de los atlantes. Era este
un edificio colosal, de trescientos metros de longitud por noventa de
ancho y otros tantos de alto. Los muros del templo estaban recubiertos
de plata, mientras que los techos y cúpulas lo estaban de oro. En el
interior se encontraba una figura gigantesca del dios, de más de setenta
metros de alto. Dice platón que la imagen del dios era "algo bárbara".
Era una mole de oro fundido que representaba a Poseidón de pie sobre un
carro tirado por seis hipogrifos conducidos por él. En torno a él, había
otras cien estatuas de delfines y nereidas, también de oro, haciéndole
sequito. Por su interior, los muros estaban recubiertos de mármol con
adornos de bronce. El techo era integro de marfil labrado, y,
artísticamente distribuidas, se encontraban numerosísimas estatuas
relativas al dios o a sus predilectos, puestas allí como ofrendas de los
particulares.
Rodeando
el templo por el exterior, los jardines estaban poblados por bellísimas
estatuas de los reyes, sus familiares y los hombres y mujeres que por
sus méritos se habían hecho acreedores de la veneración pública.”
Así
la describía Otto Muck, y no se quedaba ahí si no que contaba con sumo
detalle, todos y cada unos de los quehaceres de esta raza.
La Tecnología de los Atlantes.
A
lo largo del tiempo, la leyenda de la Atlántida ha ido cargándose de
ideas nuevas. En la actualidad, la mayoría de las personas tienen una
idea vaga sobre una Atlántida donde la energía nuclear, los rayos
destructores, las naves espaciales y los submarinos de alta profundidad
era cosa cotidiana. La imaginación popular llega incluso a suponer que
los extraños fenómenos que ocurren en el triangulo de las bermudas
pueden estar relacionados con acumuladores de energías electromagnética y
maquinas manipuladoras de la gravitación que habrían construido los
atlantes y que aun estarían en funcionamiento sumergidas a tres mil
metros de profundidad durante casi doce mil años. Seguramente pensar
esto resulta exagerado, pero considerando que tenían estatuas más altas
que un edificio de 15 pisos, hechas de oro fundido, su realización
presenta dificultades que desalentarían a los ingenieros metalúrgicos
actuales, ¿cómo
consiguieron producir las temperaturas necesarias, de más de mil grados,
en forma constante y regular, para hacer los gigantescos vaciados de
aquella estatua? Seguramente es algo
que nunca sabremos, lo que sí es cierto es que un gran cataclismo, ya
fuera de origen terrestre o proveniente del espacio exterior, acabó con
una raza conquistadora, que estaba a años luz evolutivamente hablando,
de las grandes civilizaciones de su época, y quizás hasta de la nuestra,
esta apasionante raza de hombres y mujeres cultos, guerreros y sobre
todo muy especiales, desapareció junto a las posibles explicaciones.
Quizá algún día alguien o algo nos muestre la verdad sobre la ATLÁNTIDA.